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Recordando a personajes que hicieron historia en las minas de COMIBOL

Cine Teatro 31 de Octubre del centro minero Siglo XX, inaugurado en 1943

Don Florencio, un personaje involucrado con el cine en Siglo XX. Foto: Pio XII

Ver pasar la vida, es simplemente perpetuar personajes que llevan recuerdos vívidos desde la infancia hasta el momento de levantar vuelo hacia la eternidad…jmc

El teatro 31 de octubre fue su pasión de cada día

Florencio Fernández Bautista es capaz de ablandar al corazón más duro con su sonrisa de 96 años, sentado al borde de su cama, en su casa de la calle Sucre, Llallagua, con los oídos cansados, exige hablarle fuerte. Este comandante del cine, dedicó casi toda su vida a encender las máquinas proyectoras de películas del Teatro 31 de Octubre. Su imaginación de niño y su memoria de elefante cuentan que, esa fue su casa y que la extraña cada mañana.

Con su voz un poco ronca, débil y pausada nos dice, “si puedes hablarle al superintendente, dile que estoy listo para volver a las máquinas”.

Cumplirá 97 años este 27 de octubre (de 2016), pocos días después, el teatro cumplirá 73. Esa inmensa mole de piedra tallada fue inaugurada en 1943, en los tiempos del supermillonario Simón I. Patiño, y es la más grande pasión de Florencio.

Proyectar películas, uno de los trabajos más lindos

Le preguntamos qué trabajo hacía en el teatro y él responde: “controlaba bien el ´31 de Octubre`, no dejaba así no más abandonado…Controlaba en mi cuaderno el movimiento de las personas…Hacía funcionar las máquinas, tenía marcador y anotaba cuando salían chispas…Entraba en primera, en segunda y en tercera”.

Su nieta complementa el testimoni: “proyectaba las películas, atendía la puerta, como a veces no había mucho control y entraban sin pagar su entrada…Estoy emocionada” dice, y sus ojos le traicionan, derramando recuerdos de su abuelo, vuelve a recoger el testimonio: “decía que su trabajo era lindo, contaba que se preocupaba para que el ambiente del teatro sea el mejor”.

Vio centenares de películas mexicanas, argentinas y de otras naciones. Él era uno de los primeros en verlas antes de proyectarlas para el público.

Protesta porque no le hicieron despertar a primera hora

Eran y son los dominios de Florencio, hoy avejentados (gastados por el paso del tiempo), de las butacas sólo quedan fierros y algunos asientos destrozados, las bancas de madera aún están allí.

La esposa Avelina Salgado fue la testigo mayor de los trasnoches y los amaneceres de Florencio, quien nunca habría faltado al puesto del deber, hoy tiene pesadillas de retraso al trabajo y entonces se enfurece, protesta porque no le hicieron despertar a primera hora.

Avelina ya no está, tampoco están sus tres hijas mujeres, le queda su hijo Cándido Fernández y sus nietas, nietos y tataranietos, vive con algunos de ellos.

Con la cabeza calva, con algunos jirones de cabellera blanca, el ojo izquierdo dormido de manera permanente, los oídos cansados exigen hablarle fuerte y con una sonrisa capaz de ablandar al corazón más duro responde a nuestra despedida: “no hay por qué… ¿Podré seguir trabajando qué será no? Depende del gerente o del superintendente. Puedes charlarle pues a la autoridad, si te dice sí, llámame, yo mayormente voy a estar siempre aquí, vas a avisar nomás pues”.

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