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Leticia, cantos de miseria y esperanza de una chiapaneca

Oscar Fernández Vásquez, escritor español-mejicano, presenta su obra "Portavoz de la miseria" en Oruro. jMeCi imagen

La obra “Portavoz de la miseria” me condujo, casi de manera inmediata, a los libros escritos por el boliviano Jaime Aduana Quintana, cuyo contenido expresado en un lenguaje popular, abre historias de la vida real, podemos nombrar: “Amargos años de estudiante”, “Gabriela”, “Al final del túnel” y otras, obras que el estudiante boliviano, en algunos casos, prefiere leer cuando la asignatura de literatura, le da la libertad de elegir una obra.

Esto nos empuja a pensar que aquí y allá, hay escritores que buscan plasmar sus ideas, sus historias, sus novelas, sus ensayos, y la misma vida, en un libro físico convirtiendo la literatura, tal como lo concibieron los grandes literatos, desde la invención de la Imprenta (Gutenberg S. XV), sin el ánimo de ir más atrás, en un valor y en una interpretación-reflexión que puede hacer el lector tras leer y releer el contenido, en cualquier lugar y el momento que desee.

“Portavoz de la miseria”, historia de una indígena mejicana. jMeCi imagen

Desentrañando la vida miserable de Leticia

Portavoz der la miseria”, desentraña la azarosa vida de Leticia, una mujer chiapaneca, que a temprana edad fue vendida, abusada, discriminada, quien deambula por la vida hambrienta y sin techo, una realidad que viven miles de mejicanas indígenas, por calles que alberga la pobreza, el sufrimiento, porque son víctimas, como dice el autor, de un código de conducta llamado Usos y Costumbres, que tolera y acepta la venta de las hijas a cambio de dinero o ganado, una sociedad vulnerable consentida por la tradición y la modernidad.  

Fernández se considera un misionero, un portavoz de historias impactantes, para dejarse llevar y guiar porque ellas y ellos son los verdaderos maestros, con quienes se convive y se crece, “no tenemos que salir a buscarlos en el Himalaya y ni en ningún lugar y yo, humildemente, plasmé la historia de una de mis maestras grandes de la vida”.

Cuenta que la existencia de Leticia es un enorme cofre de experiencias de vida, de un peregrinar atormentado que lejos de doler, hace pensar que no debería ocurrir ni debería seguir pasando estas cosas, pero como una mujer fuerte y cincelada por la dura vida, Leticia comparte: “lo que yo sufrí ya he pasado este mal trago, pero sé que hay niñas a quienes se les puede evitar, a lo mejor pueden salvarse”.

Leticia, un nombre sin apellido, de origen incierto y destino fatal…

Leticia, víctima de un código de Usos y Costumbres

Prefiere no calificar a su obra como una denuncia, sino como un deber humano y una obligación de escribir historias que lleven a una profunda reflexión con un título muy mejicano en el que la palabra “portavoz” nada tiene que ver con el mensaje y, ni ella es “miseria”, simplemente vivió circunstancias adversas convertidas en el eco de la sociedad, un eco que dice que Leticia camina la vida involuntariamente.

“…porque esto no es mío, me lo han dado, y esto es lo que me ha regalado el mundo, es una caja de oscuridad, soy portavoz de esa miseria, de esa caja de oscuridad, mundo te la regreso, soy tu portavoz, soy tu mensajero, eso es lo que me has dado, ese es mi testamento, eso es lo que yo te regreso, lo que yo te escribo…Pareciera que dijera Leticia”, comenta el escritor.

La pobreza, la miseria, es un tema de la mente humana

Se declara creyente del estoicismo que plantea un cambio, pero del ser humano, desde adentro para arreglar y mejorar la sociedad, “en el momento que nos quejamos de afuera y no arreglamos adentro, creo que ahí hay un problema muy grave”, advierte.

Menciona su convencimiento de que el ser humano es quien debe deponer sus actitudes de rencor y una de las mejores alternativas para lograr esta conducta es la lectura, es el libro, que “nos deja una gran cantidad de información que necesitamos, nos permite procesar el pensamiento de acuerdo a nuestro tiempo y a nuestra medida. El libro desde adentro (contenido) llega a los corazones de las personas”, dice, y agrega que cuando se habla con otra persona sentimos la crítica lo que no ocurre con un libro.

Califica a la sociedad como un absurdo, que en esa línea caminan los escritores Albert Camus (padre de la filosofía del absurdo) y Jean Paul Sartre (filósofo francés, existencialista que manifiesta en Náuseas, el carácter absurdo de la existencia), quienes aseveran que somos una sociedad absurda, que se asusta por la expresión de una mala palabra, pero un homicidio múltiple le parece normal, “creo que tenemos que trabajar el día a día en superar nuestros vicios, nuestros juicios, mejor es observar, callar que juzgar, el ejemplo arrastra, la crítica no, la denuncia ofende, pero el ejemplo arrastra”, asevera.

Oscar Fernández, llega a Bolivia y participa en la Feria Internacional del Libro en La Paz. jMeCi imagen

Oscar Fernández Vásquez, el escritor

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